Tal vez nos hemos acostumbrado a no pensar, al menos, a no pensar hasta el final. He aquí la verdadera tarea del profesor: dar que pensar, romper la cáscara de la indiferencia; perforar la banalidad; suscitar el espíritu crítico y la capacidad de tomar distancia de los eslóganes publicitarios y de los vasallajes de lo políticamente correcto. En la sociedad de la banalidad, la función más elevada, pero también más ingrata, que puede hacer un maestro: es enseñar a pensar, o mejor todavía, dar motivos para pensar.
Francesc Torralba, Sentido versus aburrimiento (Religión y Escuela, 239)